Hoy he venido a hablar
con la libertad del viento en la boca.
Se han parado todos los relojes en las plazas,
ya no pediré hora por la calle
ya no, la voz temblorosa.

El tiempo es una mentira
para tenernos ocupados y que se nos escape la vida
entre calendarios subrayados
con citas al dentista
para tener los dientes bonitos
y no lucir la sonrisa.


Cuando me despierta en la noche
el ruido de la ausencia de tu cuerpo,
tapono mis oídos con la almohada,
me encojo con las lágrimas del recuerdo,
ato mis pestañas al cabecero de la cama.
Y de nuevo, me desvelo.
Apuesto a que no entiende el viejo azul del cielo
del amanecer del rojo vivo de tus besos.

Quiero abrir los ojos
sin ver más tormentas ni tormentos
que el huracán de tu risa desbaratarme el pecho.

Pronto,
quedarán
las cartas que nunca has leído, escritas en tu espalda.

Inacabados los versos
por no acabarme yo en la agonía
de buscar sentidos
y no encontrar palabras.


Allí a lo lejos,
más allá de las montañas,
de los bosques, de los acantilados,
de las dunas nudas
de las playas,
distingo tu cuerpo
como una estepa silenciosa
de hierba tierna,
en medio de la nada.

Cuando cae el sol
y rocía en destellos tus campos
la luna por la noche engendrada,
emanan cascadas nuevas
por sendos senderos
hasta mi cama
donde descansan mojados
los anhelos
que de ti hablan.

He caminado por bosques
Y
He visto tiznarse
en amplia gama de rojos al cielo
He mordido frutas de toda índole
Y
He escupido mariposas al viento
Y aún con todo,
no habían visto mis ojos
paisaje tan bello
ni tan pueril mirada
como la que tú tienes,
con la que de día me vives
y de noche me matas.