SU SONRISA Y MI LOCURA*

Soñaba con ser poeta y acariciar tus heridas,
soñaba con ser poeta y palparte el alma.

Y soñando y riendo así pasaban el tiempo,
la noche se hacía día y no había hueco para malos pensamientos.

Y la poeta enamorada le dijo a su amado,
dame un besos de esos que curan y dejan el corazón arreglado.

Entre risas y secretos pasaban el día,
queriendo conquistar hasta su rebeldía.

Pues nunca unos besos le dieron tanto amor,
tocando su alma de esa manera tan pura.

Por eso le digo que tiene un alma única,
y su talante y alegría son mi perdición y mi locura.


EL FRÍO ME APRIETA

Te siento ausente y frío,
te siento distante y lejano.

La luz que dabas a mi vida aún sigue presente,
tu calidez humana me tortura la mente.

El frío me puede y recorre cada poro de mi piel,
duele la desesperanza de no volver a ser tu miel.

El fuego que nos abrazaba cada noche,
el amor con el que me mirabas sin reproches.

Quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo,
tendrás una mano amiga y en las malas un abrigo.

Te siento dolido por algo que se nos escapa de las manos
pero querido mío, aquí me tendrás mientras siga respirando.


*Un cuento

¿DÓNDE HABITA LA LUZ?

Érase una vez… en un mundo gris miles de ventanas por abrir, sueños por los que luchar y miradas por hallar.

En ese mundo gris dónde habita el olvido y la tristeza no se hallaba más que una pizca de luz en la cabeza. Y ahí estaba el pequeño y humilde soldado luchando por buscar esa luz que faltaba en su vida.

Día tras día caminaba sin más en un retorno perdido, pero él era fuerte y nunca se daba por vencido.

Un día se le ocurrió la loca idea de volar como un pájaro, pues eso buscaba la libertad y sentirse como flotando.

Y uno de esos días en los que caminaba, se topó con una linda flor cuyo aroma le hipnotizó.

Supo él que no era una flor cualquiera, pues su aroma le transportó a un mundo de sensaciones nuevas.

Por un instante sintió que desaparecieron todas sus penas, y por ello mismo se quedo la flor, para que de nuevo le ocurriera.

Llegó a su casa y se puso en el rincón de siempre, allí dónde no llegaba la luz y nunca era primavera, entoces volvió a entristecerse casi al instante. Pero se volvió a acordar de la flor, sabía que ella siempre era alegre, linda y olorosa.

Y desde entoces esa flor formó parte de su vida, la llevaba a todas partes consigo mismo; como si de un tesoro se tratara, así la cuidaba y cada vez que la olía se sentía más vivo.

Ya no hubo llantos ni penas, el pequeño soldado aprendió a ser feliz, y descubrió un hermoso secreto, algo escencial… que la verdadera belleza y felicidad se encuentra en los pequeños placeres de la vida.