Poetas inexpertos

En estos últimos años he sobrevivido a sonrisas que no eran tuyas. Tengo guerras en mis ojos, trincheras que andan firmando treguas con el ayer. En mis ojeras hay atardeceres buscando noches a tu lado, y solo encuentro una jauría de soledad. Sé que no vas volver, la muerte no regresa para nadie. Pero la anemia del pasado se ha instalado a cachitos en mis huesos. A veces puedo domesticar este vacío, recomponer cada trozo de mí, pero sigo teniendo frío de ti. No soy digna de acariciar tu recuerdo. De acicalar tu voz ahora que ya es ajena. No valgo para escribirle al viento, ahora que tú no domas huracanes. Intento vaciar la distancia entre todas tus miradas que aún me quedan por besar. Pero el cielo queda alto para poetas inexpertos. Me quiero libre, aunque mis alas estén invertebradas, yo sigo coleccionando insomnios para escribirle a tu fantasma.


Salvarte.

Escuché como bebía la noche mientras gritaba a la luna. Se vistió de lagunas grises y aroma de sal, de un mar sin agua en el que nadar. En su cuerpo anidaba toda la calima del mundo, toda la rabia subida al peldaño de todo su infortunio. Vi como lloraba las noches y reía los días, como el tiempo sacudía su pecho de un extremo a otro, todo lo lejos del borde del mundo. Sentí su dolor queriendo forjar un terraplén repleto de todas las cosas alegres, que nunca supo aprovechar y que las torno negras y malas. Entendí millones de veces como la tortura era su buen motivo de vida, como el sol le parecía la peor putada del mundo; entendí que ni siquiera vivía por vivir. Vi las atrocidades que cometía su corazón, como se sometía y se iba pudriendo con el paso de los días. Yo, te prometo, que intente salvar su mundo, o lo poco que dejó limpio. Me entretuve tejiendo una vida nueva para él, de verdad que sí; algo con lo que poder salir a flote. Miré tras sus ojos el moho que tenía todo lo que tocaba, que lo arruinaba, que lo hacía inservible, que lo mataba. Yo caminé con él durante un tiempo ¿Sabes? Éramos dos pasajeros que volaban cerca, pero en distinto vuelo. Provoqué la mejor figura de sus labios, si, cuando sonreía. Y de verdad que entonces pensé que era feliz, que la vida había cambiado, que volvía a tener entre sus dedos una nueva oportunidad. Pensé que todo empezaba a parecerle vida, que todo cobraba por primera vez sentido. Intenté convertir un camino en nuestro camino, hacer que se enamorase y enamorarme yo también…Pero al final entendí que era una espectadora más, y que a veces cuesta mucho encontrar algo que lleva largo tiempo perdido. También he sabido que soy una cobarde y que no tengo fuerzas para llevar ese caos que tiene por mundo y esa rabia que tanto forma parte de sus manos. Aún te echo de menos, aunque tú me eches de más; aún me pierdo en tu foto, y a veces sigo sintiendo en mi labio el mordico de tu boca.
Tal vez alguien pueda aún salvarte, para entonces, ven y sálvame tú a mí.


Metamorfosis

Soy frágil. Tengo en mí más rotos que todos los zapatos de esta ciudad. La fragilidad es un mundo extraviado. Todos nuestros trozos se esparcen por ahí y algunos a saber dónde han ido a parar. Hay colapsos que nunca pueden volver a reconstruirse. He querido contaros mi metamorfosis. He leído a Kafka, como hace unos 5 años no hacía. Yo también quiero ser un escarabajo. Ver el mundo desde abajo. Quiero volar si me siento en peligro. Yo volé una vez. Y es que los humanos tenemos esa capacidad. Recuerdo las mariposas en mi estómago. Yo recorrí paisajes que todavía no se definir. Subía y bajaba. Luego vino un tornado y me mantuvo arriba. Después me lanzó lejos. Todavía sigo buscándome. Enero es una mala época para empezar de cero, un mal tiempo para encontrarse. Un mal momento para escribir. No me conformo con nada, así como en la vida. Siempre me ha gustado eso de romperme por amor. Ser herida también me gustaba. Ser ese daño que siempre va contigo. Aunque duela. Adoraba viajar en autobús, a ninguna parte, bajar en cualquier lugar. Me gustaba dejar atrás todo y a todos. Pero aún así, no podía desquitarme de mi. Siempre me acompañaba, siempre iba conmigo, siempre estaba yo. En las buenas y en las malas. Ya ves, una compañía muy amarga en invierno. Tengo esa extraña sensación de que aunque quiera estar sola siempre estoy conmigo. La soledad no existe. Pero siempre me quedaban pactos con la luna. Negociar siempre se me daba bien. Luego me daba cuenta que estaba demasiado oscuro para seguir contando con los dedos. La noche es un homicida cruel. Así que ahora he empezado mi metamorfosis. Como eso de ir rápido. A la velocidad del segundo. A cazar la felicidad que dura solo un momento. Me gusta mi desequilibrada cabeza. Escribir sin saber que digo y sin ser escritora. Aunque hay gente que incluso me llama poeta. Sin serlo pero sin dejar de ser. Me gusta torcerme en el camino. No caminar recta. Me da igual desintegrarme en unos brazos. Quiero atracar los poemas que tienen los ojos. Quiero ser el francotirador de cualquier espalda, fabricar en la boca versos.