DE ENERO

Tu mirada quedó prendida a mi retina, en ese Buenos

Aires despertando al nuevo año.

 

Cerca de San Telmo, en un pequeño local, arropado por

calles donde la basura dormía amontonada en las aceras,

avenidas vacías y asfaltos bacheados.

 

Tus manos, pausadas y vacilantes, repasaban cartas

ajadas, amarillentas, con tinta de plumilla que portabas en

una carpeta de cartón. Una taza de café, con los bordes

resecos se mezclaba con las viejas cuartillas y una

lágrima, de nostalgia quizá, rodó sobre ellas.

 

Aquella mirada, una mezcla de bondad y tristeza atravesó

las mesas… se cruzó con la mía.

 

Abandoné el lugar, cuando el sol se colaba en silencio

entre los pequeños ventanales.


CONFIESO

Asida al lapicero,

mi mano busca vida

en palabras guardadas,

en sílabas ocultas

perdidas por los días.

 

A que estoy esperando

para soltar amarras

gritar por mis silencios

por mis truncados sueños.

 

Sacar agua del pozo

ya reseco de mi alma

marisma que se duerme

esperando crecidas.

 

Confieso, si confieso

que mis lagrimas secas

duelen sobre mi piel

huérfana de caricias.

 

Que mis ojos no tienen

el brillo de otros ojos,

y también me pregunto

por qué duele el silencio

de mis gestantes versos

abortos de mil noches

que nunca ven el alba.

 

Cuanto dolor se palpa,

cuanto miedo, injusticia,

cuantas veces la muerte

se posó en los que amamos,

los arrancó de golpe

su invisible guadaña.

 

Confieso, si confieso

que no me duelen tanto

las lágrimas ajenas.

 

En que me he convertido?

¿ Dónde mis sentimientos?

¿ En dónde mi dolor?

 

Confieso, si confieso

Que detendría al tiempo

por ser aquella niña

sensible y soñadora.

 

Y que surquen de nuevo

mis versos por el aire

por testigo la luna

su puerto… las estrellas.


MAS ALLÁ

Te quiero, mas allá de las palabras,

mas allá del deseo y la caricia.

 

Te quiero con el alma desbordada,

y mi mano en tu piel es, como ésa ola,

que incansable te busca cada día.

 

Empujada por ti, por ti latiendo,

peregrina rodando en tu horizonte…

hasta encontrar, el puerto de tus brazos.