NO PARO DE QUERERTE (A MI MARIDO)

No paro de quererte, de amarte,
porque no he parado de buscarte,
lo más bello de todo fue encontrarte.

Que me miraras y acariciaras,
que me quisieras y aceptaras,
que me besaras….

No paro de quererte y de amarte
por haberme amado hasta antes que naciera,
desde antes que me tuvieras…

Y el comprenderme y el entenderme
se unieron en un “por siempre”,
en un eternamente….
silenciosa y hasta temerosa de perderte…

No paro de quererte y de amarte,
por sentirme, y quizá,
hasta alguna vez que otra odiarme,
porque hasta odiándome no has dejado de quererme.

Y no habrá cielo ni tierra,
que de ti pueda separarme,
pues las almas gemelas nacen sólo,
por y para por siempre enamorarse.


ME SABES A PRIMAVERA (a mi hijo Marcos)

Me sabes a primavera cuando te beso
y el castaño es el color de tus lindos ojos
tus manos cual lavanda perfumada,
tu cuerpo cual árbol alto y hermoso.

No puedo explicar el amor que te tengo,
las palabras se quedan cortas en mis labios,
es como rocío por las mañanas tranquilas
y huracán en las tormentas calladas.

Haces florecer el orgullo de madre
que siento al mirarte a la cara,
cuando acaricio tu pelo por la noche
y sueño con todas tus alboradas.

Me gustaría estar siempre contigo,
pues renaces en mi la alegría,
sabes siempre como elevarme
y sacarme la mejor de las sonrisas.

Tu aroma, quizá el del romero,
y tu fuerza la de un gran roble,
tienes siempre por gallardía
el ser honesto y el ser noble.

Suspira el viento en tus mejillas
y las estrellas envidian tu encanto,
siempre será mi amor el tuyo
mi querido hijo, mi amado Marcos.


CAMINO DE SANTIAGO…… (a mi hija Ainhoa)

Hicimos el Camino de Santiago
y caminé por tus rubios cabellos,
no imaginé que tu larga insistencia
me abriera un mundo tan bello….

Dejamos las llagas en el sendero,
reimos, lloramos y rezamos,
estuvimos juntas en todo momento
y estando a solas nos abrazamos.

Nos cambió la vida ése momento
quizá por las llagas en los pies,
caminar a tu lado y con tu sonrisa
puso mi vida del revés.

No imaginaba cuando te tuve
por primera vez entre mis brazos,
que sentiría tantas sensaciones,
tanto camino y tanto sendero
unió nuestros corazones.

No puedo olvidar tu compañía,
tus ojos morenos y tu sonrisa,
a los cordobeses diciendo “cosheeee”
y tu contagiarte de caminar deprisa.

De darte cuenta que no era correcto
y bajar el ritmo del caminar
oliendo las flores del campo
y dejándote llevar…

Cuando llegamos a Santiago
cogidas las dos de la mano
me di cuenta en ese momento
que en nosotras algo había cambiado.

Me miraste a los ojos llorosa
con los pies ensangrentados
con una sonrisa perenne
cómplice de lo logrado.

Nos unirá por siempre, pequeña
y no habrá forma de pago
a lo que ambas hemos vivido
en el Camino de Santiago.