Quitando armaduras, el amor perdura

Tristeza y melancolía
llenan mi día a día,
entonces te conocí,
ante tu fortaleza me rendí.
Cansada del amor,
sólo tenía rencor,
luchaste con tesón,
llegaste a mi corazón.
Huracán de sentimientos,
me quitó los tormentos,
tus dulces miradas,
me dejan enamorada.
Cuan triste este alma mía,
estaba llena de melancolía,
con un pasado que no deja avanzar,
con miedo a volver a amar.
Luchaste por este amor,
alejando el dolor,
me enseñaste a disfrutar el momento,
que tú no eras un cuento.
De nuevo esperanzada,
el dolor me tenía atada,
hoy es una espina,
que ya no mina.
Gracias por tu paciencia,
gracias por no juzgar,
gracias por tu insistencia,
gracias por estar.
Gracias por cumplir,
y no cambiar,
contigo compartir,
y cada instante disfrutar.


Hijos de la calle

Somos hijos de la calle:
calle, que me dice que me calle,
persona callejera,
quita ceguera.
Aunque lejos de tu barrio estás,
te reconocemos sin más,
ojos rotos al compás,
en esta selva estás.
Miras la vida pasar,
la disfrutas sin cesar,
sabes que puede terminar,
sólo te digo: <lo bueno ha de llegar.>


La familia

Toda la vida compartida:
risas, lloros, enfados, es vida,
con distancia pero amando
lo malo se olvida, acaba pasando.
Se desea reunir,
no se sabe qué decir,
la vida pasa,
olvida y se afectuosa.
Los momentos aprovecha,
al final queda la dicha,
de los momentos compartidos,
de los momentos vividos.
Perdona, se perdonado,
deja el rencor de lado,
céntrate en el momento,
olvida el tormento.
Une toda una vida,
no te sientas abatida,
siempre queda el amor,
que es lo más acogedor.